Visibilización, corresponsabilidad social y derechos
Por Roxana Molinelli, miembrx de Observatorio de Mujeres y Diversidades
El 22 de julio se conmemora el Día Internacional del Trabajo Doméstico en reconocimiento al trabajo de cuidados que millones de personas, en su mayoría mujeres, realizan en hogares.
La fecha se instituye en 1983, durante el Segundo Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, con el objetivo de valorizar las tareas domésticas y de cuidados. Supone, además, la visibilización del mundo de la sostenibilidad de la vida, y de los factores de desigualdad y segregación que se ven implicados en la configuración dada en la modernidad, la cual dicotomiza y jerarquiza lo productivo sobre lo reproductivo, lo público empresarial o estatal sobre lo privado familiar, lo masculino sobre lo femenino.
Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (2018b), a nivel global las mujeres dedican más del doble del tiempo que los varones en tareas domésticas y de cuidados. Las mujeres realizan el 76,2 por ciento de todo el trabajo de cuidados no remunerado, dedicándole 3,2 veces más tiempo que los hombres. Distribución desigual que se profundiza en el actual contexto de pandemia.
Asimismo, la fecha involucra el reconocimiento de la informalidad y precariedad laboral que atraviesan las personas cuando asumen estas tareas de manera remunerada. Tal como lo indican los datos de la OIT (2016), sólo en América Latina, 1 de cada 7 mujeres ocupadas, trabaja en el sector, en el cual las tasas de informalidad rondan el 80%, los salarios se encuentran muy por debajo de la media, las jornadas son extensas y no está garantizado el acceso a la seguridad social.
Eso que llaman amor, es trabajo no pago o precarizado
“las mujeres han sido las productoras y reproductoras de la mercancía
capitalista más esencial: la fuerza de trabajo... el
trabajo no-pagado de las mujeres en el hogar fue el pilar sobre el cual se
construyó la explotación de los trabajadores asalariados ...
Mujeres, entonces... significa no sólo un historia
oculta que necesita hacerse visible, sino una forma particular de explotación,
y por lo tanto, una perspectiva especial desde la cual reconsiderar la historia
de las relaciones capitalistas”
Silvia Federici
El trabajo doméstico y de cuidados, refiere a todas las actividades y prácticas necesarias para la supervivencia cotidiana de las personas en el medio social de pertenencia. Esto incluye el autocuidado, el cuidado directo de otras personas, como el abastecimiento de los prerrequisitos en que se realiza el cuidado (cocina, limpieza, compras) y la gestión del cuidado (traslados, administración de actividades, insumos y horarios, supervisión de las labores de cuidadoras remuneradas, entre otros) (Rodríguez Enríquez, 2015).
La persistencia de cierto tipo de ejercicio y mandato respecto a la maternidad y la atención del hogar para las mujeres, produce la asunción de una doble y hasta triple jornada laboral: la primera, la que históricamente han replicado, relacionada con lo doméstico; la segunda, la del trabajo remunerado; la tercera, la relativa a la participación socio-comunitaria para la producción de valor y el acceso a recursos, por lo general, en diferentes espacios de precariedad laboral y desprotección social. Esta sobrecarga de tareas no ocurre de forma diacrónica y aislada en la ejecución material de actividades; sino que la responsabilidad de la gestión y la organización doméstica por parte de las mujeres trasciende el espacio-tiempo invertido en sus hogares, produciéndose una doble presencia (Balbo, 1978, citado en Pombo, 2011). Significa habitar simultáneamente distintos espacios y tiempos, una vivencia de superposición respecto al trabajo remunerado y al no remunerado. Esta acumulación y yuxtaposición de responsabilidades y actividades impacta negativamente no sólo en la salud física y emocional de las mujeres, sino que condiciona fuertemente las posibilidades de un desarrollo sostenible y digno de la vida.
Algunos datos sobre las desigualdades en el mundo del trabajo
En tal sentido, si bien durante las últimas décadas ha aumentado la participación de las mujeres en el mercado de trabajo y en otros ámbitos sociales y políticos, continúa existiendo una inequitativa distribución entre trabajo productivo y reproductivo, lo que se refleja en la tasa de actividad: Las cuidadoras no remuneradas a tiempo completo constituyen el 41,6% por ciento de los 1400 millones de mujeres inactivas en todo el mundo, en comparación con tan solo el 5,8% por ciento de los 706 millones de hombres inactivos (OIT, 2018b). Como fue señalado líneas antes, las mujeres dedican más del triple del tiempo que los varones al trabajo doméstico no remunerado (cuidado de familiares, tareas de limpieza y administración del hogar, entre otras), según indicadores internacionales (OIT, 2016, 2018a).
Esta diferencia aumenta, cuando las tareas son realizadas por mujeres con discapacidad, ya que suelen involucrar una inversión de tiempo y desgaste físico mayor que la media. Segregación específica que no suele ser diferenciada en las estadísticas oficiales.
Simultáneamente, el ingreso de las mujeres al empleo o autoempleo se particulariza: éstas acceden mayormente a ocupaciones que se plantean como una extensión del trabajo doméstico. Es decir, consiguen acceder a actividades vinculadas culturalmente a las tareas del hogar. En general, implican puestos operativos y de menor remuneración respecto a las retribuciones que reciben los varones. De esta forma, se repite en la esfera productiva lo que sucede a nivel social general: los varones se desarrollan laboralmente en actividades más calificadas, más valoradas socialmente y mejor remuneradas, y, las mujeres, en labores que provienen de su rol de ‘amas de casa’, las cuales se hallan subvaloradas a nivel social y económico.
Además, ellas continúan con mayor presencia en empleos precarios, menos calificados o peor remunerados. Lejos de acceder y sostenerse en igualdad de condiciones respecto a los varones. Si bien es un fenómeno complejo, cuya conformación es pluricausal, las responsabilidades familiares y actividades domésticas propias del trabajo reproductivo, continúan recayendo sobre ellas y determinan y condicionan el acceso, ejercicio y su sostenimiento en el mundo laboral.
Desde esa configuración de las desigualdades y segregaciones, las mujeres que logran ingresar al mercado de trabajo vuelven en su mayoría a delegar en otras mujeres las tareas domésticas y de cuidado, sea de manera remunerada o no remunerada. Si no lo logran, deben dejar sus puestos, limitar las horas destinadas a empleos y actividades pagas o aceptar roles laborales mal retribuidos.
Quienes poseen un mayor poder adquisitivo, logran obtener la prestación de servicios domésticos y/o de cuidados, ofrecidos fundamentalmente por mujeres cuyo acceso y ejercicio de derechos y oportunidades socioeconómicas se ve fuertemente limitado.
Desde una perspectiva de género interseccional, es posible advertir cómo se reproducen entre las mismas mujeres los factores que sostienen las desigualdades. Blancas, con niveles educativos altos, de edad mediana, sin discapacidades y de centros urbanos, acceden a mejores oportunidades y pueden sostener los empleos más demandados. Mientras que para las mujeres de menor capital educativo y económico, campesinas, indígenas, migrantes, “marrones” o afrodescendientes, las opresiones múltiples se agravan o agudizan. De esta manera, se produce una estratificación del trabajo doméstico y de cuidados que alimenta el crecimiento de la brecha de género.
Otra de las diferencias más elocuentes al momento de hablar de indicadores de desigualdad entre varones y mujeres es, sin duda, la brecha salarial. Se trata de una de las desigualdades más explícitas que se traduce en la diferencia de remuneración, en desmedro de estas últimas. Si se considera la brecha de ingresos de la ocupación principal, a nivel mundial la misma se ubica en el 25% (OIT, 2018).
A esto se suma la “brecha por maternidad” (Ibíd.), 10,5 %. Lo cual significa que las mujeres que tienen hijos e hijas ganan el 10,5 % menos respecto a quienes no los, o las, tienen.
A su vez, cabe destacar, la actual situación sanitaria a nivel global que agrava aún más los escenarios de inequidad. Según trabajos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe- CEPAL (Güezmes García, 2021): “La pandemia por COVID-19 profundiza la crisis de los cuidados en la región. Ante el cierre de escuelas, el aumento de estándares de limpieza y de la demanda de cuidados de la salud, esta desigual distribución sexual del trabajo se exacerba. Las mujeres dedican más del triple del tiempo al trabajo no remunerado que los hombres”
Hacia la corresponsabilidad social de los cuidados
El trabajo doméstico es parte esencial del mundo de los cuidados. Los últimos años, en la región, han sido una muestra del avance en políticas y en el desarrollo de áreas de cuidados, tanto en el sector público estatal como en las organizaciones de la sociedad civil.
La seguridad social, la legislación laboral y las políticas de conciliación son fundamentales para una organización social justa entre la vida laboral y familiar, que entienda al ámbito de la reproducción de la vida como una responsabilidad social general y no privada, sólo atribuida a los hogares y las personas. El papel y compromiso de las empresas y sus organizaciones es a su vez vital en este proceso. De esta manera, las distintas dimensiones de las políticas públicas, deben responder a demandas conciliatorias muy específicas y en articulación con el sector privado y gremial. Deben así diseñarse e implementarse atendiendo a la complejidad de tareas, roles, responsabilidades y actores implicados en el mundo del trabajo no remunerado y remunerado de manera recíproca e integral. De esta manera, deben abarcar desde los aspectos relacionados con las responsabilidades personales y familiares: el embarazo, las tareas de la maternidad, la paternidad, el cuidado de personas con mayor dependencia (niños, ancianos, personas con discapacidad), hasta las de todo el arco de trabajadoras y trabajadores remunerados que se desarrollan en ámbitos domésticos, se desempeñen de manera registrada o no.
A su vez, resultan centrales como plataforma y horizonte de compromisos y acción, las medidas impulsadas bajo convenios de organismos internacionales. Por ejemplo, en el caso de las trabajadoras de casas particulares, es destacable el Convenio 189 de la OIT, el cual plantea protección y acceso a derechos de manera específica para las trabajadoras y los trabajadores domésticos. Obliga a los Estados a asumir una serie de medidas con el objetivo de lograr que el trabajo decente sea una realidad para este sector esencial para la sostenibilidad de la vida.
En la República Argentina, una medida modelo a destacar en la región recientemente oficializada es la implementación del Programa de Reconocimiento de Aportes por Tareas de Cuidado. Instituida en el marco de la Ley 24.241 bajo el Decreto 475/2021, permite acceder a una jubilación a las mujeres, personas gestantes y/o adoptantes de nacionalidad argentina que tengan más de 60 años y que hayan brindado servicios de cuidados a hijos/as/es, pero que no cuenten con los 30 años de aportes necesarios.
A nivel social y singular, la reciprocidad y el reconocimiento mutuo de los denominados ámbitos productivo y reproductivo, de lo privado y público, resultan nodales para la superación de los factores que constituyen las desigualdades estructurales y que afectan la a millones de personas, obstaculizando el avance hacia una vida digna y sustentable. Desde el Observatorio de Mujeres y Diversidades del CEPI-UBA, alentamos al debate, a la problematización y a la transformación, tanto en las dimensiones más personales, íntimas, familiares e inmediatas, como en las colectivas y políticas, en el marco de la ampliación, acceso y ejercicio de derechos que deben garantizar los Estados.
“Subvertir la economía no es simplemente sacar a luz lo invisible, sino dinamitar
el iceberg y construir una economía distinta que ponga la sostenibilidad de la vida en el centro” (...). Desprivatizar y desfeminizar la responsabilidad sobre el cuidado de la vida. La vida es vulnerable porque implica interdependencia entre lxs sujetxs y entre lxs sujetxs y el medioambiente. Hay que construir estas relaciones de interdependencia y ecodependencia en términos de horizontalidad y no de verticalidad y jerarquía. Pensar y construir entre todxs la vida que merece ser vivida a partir de dos principios: universalidad y singularidad. (Universalidad: todas las vidas son igualmente importantes- Singularidad: deben respetarse las diferencias y asegurarse la diversidad)” (Peréz Orozco, 2014)
Para seguir ahondando, agendas culturales latinoamericanas: “Nosotras Movemos el mundo”:http://www.lacult.unesco.org/eventos/showitem.php?uid_ext=&getipr=&lg=1&pais=&id=6497&nivel=1
Bibliografía
Federici, Silvia (2010). Calibán y la Bruja. Mujeres, Cuerpo y Acumulación Originaria. Traficantes de Sueños.
Güezmes García, Ana (2020): Brechas de género en el mercado laboral y los efectos de la crisis sanitaria en la autonomía económica de las mujeres. Puede consultarse en:
https://www.cepal.org/sites/default/files/presentations/presentacion_aguezmes_180121.pdf
OIT (11 de Julio de 2016). Trabajo doméstico: Casi 80 por ciento de las 18 millones de personas en trabajo doméstico están en la informalidad en América Latina. Puede consultarse en: https://www.ilo.org/americas/sala-de-prensa/WCMS_498389/lang–es/index.htm
Organización Internacional del Trabajo (OIT)
2018a Global Wage Report 2018/19: What Lies Behind Gender Pay Gaps. Organización Internacional del Trabajo, Ginebra. Puede consultarse en: https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---dgreports/---.../wcms_650553.pdf
2018b. El trabajo de Cuidados y los Trabajadores del Cuidado para un Futuro con Trabajo Decente. Puede consultarse en: https://www.ilo.org/global/topics/care-economy/care-for-fow/lang--es/index.htm
Orozco, Amaia (2014). Subversión Feminista de la Economía. Aportes Para un Debate sobre el Conflicto Capital-Vida. Traficantes de Sueños, Madrid.
Pombo, María Gabriela (2011). La Organización del Trabajo Doméstico y de Cuidados No Remunerados en Mujeres Migrantes Procedentes de Bolivia: Posibles Lecturas desde el Feminismo Poscolonial. En: Feminismos y poscolonialidad. Descolonizando el feminismo desde y en América latina. (K. Bidaseca y V. Vázquez Laba, eds.) Ediciones Godot/ Colección Crítica, Buenos Aires.
Rodríguez Enríquez, Corina (2015). Economía Feminista y Economía del Cuidado Aportes Conceptuales para el Estudio de la Desigualdad. Nueva Sociedad, Vol. N° 256, marzo-abril, Buenos Aires. Puede consultarse en: http://nuso.org/media/articles/downloads/4102_1.pdf
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