Por Paloma Mestrin, miembro del observatorio de Asuntos Humanitarios
Ilustración sobre ayuda humanitaria. Fuente: Shutterstock
Casi 300 millones de personas necesitan ayuda humanitaria alrededor del mundo. Sin embargo, las organizaciones internacionales, ONGs y Estados se ven cada vez más imposibilitados de brindar ayuda debido a corredores cerrados, presupuestos insuficientes o por las propias políticas de los países en conflicto. Las Naciones Unidas no están exentas de estas trabas. Por lo tanto, ¿Podrán seguir cumpliendo uno de sus principales propósitos como organización?
Para contextualizar, ¿Por qué decimos que el sistema internacional está en crisis? Por un lado, el sistema internacional actualmente se considera multipolar. El criterio para determinar que un país es o no una potencia se basa en varios parámetros tales como su éxito económico, poderío militar o dominación cultural, y nombres como Estados Unidos, Rusia o China son los primeros en resonar. Aunque, en el último tiempo son cada vez más los profesionales que consideran que estamos en un lento proceso de volver a una bipolaridad, esta vez protagonizada por Estados Unidos y China, lo cual cambiaría drásticamente el funcionamiento del mundo.
Por otro lado, la Unión Europea, que siempre representó para todo el mundo un modelo ideal a alcanzar, se encuentra en una situación extremadamente complicada por conflictos como el de Ucrania, las repercusiones del Brexit, la anexión de Crimea, los diversos atentados terroristas y las crisis migratorias. Sin mencionar la influencia de la Unión Europea, la OTAN y países orientales como Rusia y China en los conflictos del Medio Oriente, dado que son ellos quienes financian en gran medida las organizaciones que brindan ayuda humanitaria (como las Naciones Unidas) en conflictos en los que cada vez es mas dificil llegar a una solución concreta.
En resumen, es una interesante época para los internacionalistas dado que puede que el fin del orden internacional como lo conocemos esté más cerca de lo que creemos.
Ahora bien, la ayuda humanitaria consiste en proteger y proporcionar apoyo vital tras situaciones críticas a aquellas personas que se ven en situaciones de vulnerabilidad por dos tipos de fenómenos: desastres naturales y conflictos armados. La ayuda humanitaria se encuentra en el marco del Derecho Internacional Humanitario y se otorga a nivel físico y mental. Se rige por 4 principios fundamentales: humanidad (aliviar y prevenir el sufrimiento humano), imparcialidad (independientemente de raza, género, etnia, religión o nacionalidad), neutralidad (no toman partido en conflictos) e independencia (de objetivos políticos, económicos o militares). La Cruz Roja Internacional suma, a su vez, los principios de servicio voluntario, la unidad y la universalidad.
Las Naciones Unidas tienen una larga trayectoria brindando ayuda humanitaria a miles de personas en situaciones críticas. Han votado y aprobado una gran cantidad de documentos que explican sus principios, metas y el proceder de la organización a la hora de dar ayuda. Algunos ejemplos son el Estatuto de las Personas Refugiadas (1951), la Resolución N°46/182 de la Asamblea General de las Naciones Unidas (1991) o los Compromisos Básicos para la Infancia en la Acción Humanitaria (1998). La misma Carta fundacional de las Naciones Unidas, en el Art. 1, ins. 3 del capítulo 1 establece: "realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario".
A su vez, como organización, posee diversos organismos, comités y oficinas a nivel nacional, regional e internacional que, dentro de su área, se encargan de brindar ayuda. Los ejemplos más conocidos son la OMS (Organización Mundial de la Salud), ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados), UNICEF (Fondo de Naciones Unidas para la Infancia), OCHA (Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios) y los Cascos Blancos, voluntarios de diversos países respaldados por la ONU para brindar ayuda humanitaria, solo por nombrar algunas. Una lista detallada de cada organismo y en qué países se ubican sus sedes puede encontrarse aquí.
Históricamente, las Naciones Unidas han sido (y hasta cierto punto lo siguen siendo) renombradas por la ayuda humanitaria brindada a través de los años. Más de 50 millones de refugiados han sido ayudados por ACNUR desde 1951 y 33 millones de personas están siendo ayudadas en la actualidad. El UNRWA (Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente) ha protegido a cuatro generaciones de palestinos y hoy en día continúa haciéndolo con 5 millones de refugiados registrados. El PMA (Programa Mundial de Alimentos) asiste a 90 millones de personas cada año y viandas escolares a más de 22 millones de estudiantes.
El 19 de agosto de 2003, en el hotel Canal de Bagdad, Iraq, ocurrió un atentado bomba en el cual murieron 22 trabajadores humanitarios, incluido el Representante Especial del Secretario General de las Naciones Unidas: Sergio Vieira de Mello. La Asamblea General, cinco años más tarde, adoptó el 19 de agosto como el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria. Pero entonces, ¿qué está sucediendo con las Naciones Unidas? ¿Pueden otorgar ayuda como lo hacían en sus mejores momentos? ¿Cuáles son los factores que lo imposibilitan?
Para entender porque si, o porque no las Naciones Unidas están brindando ayuda como antes, primero debemos entender qué se necesita para poder otorgar ayuda humanitaria. La lista es verdaderamente larga y no nos centraremos en objetos per se, como podrían serlo comida, abrigo o agua, sino más bien, en aquellas condiciones que deben darse para que la ayuda humanitaria pueda llegar exitosamente a donde debe y ser repartida por medio de los voluntarios.
Dentro del manejo de la ONU, un equipo de crisis ubicado en Nueva York monitorea los puntos críticos las 24 horas en todo el mundo, el Departamento de Comunicación Global se encarga de realizar llamamientos de financiación y difundir necesidades de emergencia en diez idiomas, el Centro Global de Suministros y Logística de UNICEF opera en Dinamarca siendo el almacén humanitario más grande del mundo, el Fondo Central de Respuesta a emergencias administra las donaciones y el financiamiento de las operaciones, las cuales hasta la fecha superan los 6000 millones de dólares, el Secretario General se encarga de intentar concluir en soluciones pacíficas mientras que el jefe de la ONU informa y actualiza sobre lo que sucede en el terreno y median con las autoridades nacionales para lograr enviar ayuda humanitaria, pero ¿están dichas autoridades siempre dispuestas a mediar?
En primer lugar, las medidas que los países tomen en situaciones de crisis no deben de ningún modo interferir con la ayuda humanitaria. El problema es que un territorio soberano, dentro de su soberanía puede tomar las medidas que le parezcan pertinentes, aunque después estas puedan ser juzgadas si incumplen con la protección de, por ejemplo, los derechos humanos. Esto incluye la interferencia o cierre de corredores humanitarios, el traslado constante de los campamentos de refugiados, la falta de comunicación entre las autoridades estatales y las autoridades humanitarias, los intentos de politizar la ayuda en situaciones críticas, y la disminución de donaciones o la falta de protección de los Estados en conflicto hacia las organizaciones humanitarias.
Dentro de este apartado me gustaría destacar dos puntos importantes. En primer lugar, ciertos Estados y AANEs (actores armados no estatales) se muestran realmente preocupados por consentir misiones humanitarias por la injerencia que podrían tener las organizaciones humanitarias en sus asuntos internos o por su posible politización. Sobre todo, los AANEs, al no estar reconocidos como una autoridad, tampoco se apegan a las legislaciones vigentes de su país o al derecho internacional humanitario, por lo que su opinión con respecto a la ayuda humanitaria puede variar dependiendo de sus intereses. Los AANEs pueden decidir atacar o expulsar a los trabajadores o permitirles el acceso a áreas solo después de que sean reconocidos como autoridad, lo cual acabaría con la neutralidad de la ayuda.
Este punto del consentimiento por parte de las autoridades ha sido tratado por las Naciones Unidas en varias ocasiones, e incluso la OCHA ha publicado varios informes al respecto.
El Consejo de Seguridad el 21 de febrero de 2014 “recordó que la denegación arbitraria del acceso humanitario y la privación a los civiles de objetos indispensables para su supervivencia, incluida la obstaculización deliberada del suministro y el acceso de socorro, pueden constituir una violación del derecho internacional humanitario” (Consejo de Seguridad, Resolución N°2139) y el 21 de agosto de 2014 la Secretaría General de las Naciones Unidas publicó un informe al respecto, donde se detalla la creciente tendencia a denegar el consentimiento arbitrariamente y las consecuencias jurídicas que eso podría conllevar.
En 2018 la Asamblea General aprobó el “Pacto Mundial sobre los Refugiados”, el cual tiene como objetivos el alivio de presiones sobre los países de acogida, la promoción de la autosuficiencia de los refugiados, la ampliación de soluciones que incluyan otros países y la posibilidad de retorno al país de origen en condiciones dignas. Todos estos objetivos desde ya, deben realizarse acompañados de la ayuda humanitaria pertinente, tanto física como psicológica, dado que de otra manera las personas refugiadas no podrían salir adelante.
Por otro lado, el principio de imparcialidad causa muchas controversias en ciertos casos. El ataque a las Torres Gemelas en 2001 generó un incremento en las medidas antiterroristas a nivel mundial, las cuales a veces incluyen la prohibición por parte de los Estados de otorgar ayuda humanitaria a grupos catalogados como terroristas, así como el impedimento de pago de tasas, compra de productos y suministro de bienes.
Las organizaciones humanitarias en estos casos entran en el dilema de si involucrarse o no, dado que si lo hacen, estarían hasta cierto punto tomando partido en el conflicto, arriesgando exponencialmente la vida de los trabajadores y actuando dentro de un marco que no ha sido regulado internacionalmente. Si las organizaciones deciden no ayudar, corren el riesgo de contraer graves problemas legales debido a la violación del principio de imparcialidad, por acatar las órdenes de algún estado involucrado en el conflicto o por elegir no brindar dicha ayuda que debería ser para todas las personas.
En segundo lugar, para poder otorgar ayuda humanitaria exitosamente se debe proteger a quienes la brindan y aunque este parezca el punto más predecible de todos, no siempre sucede.
Es una opinión cada vez más común entre los trabajadores humanitarios la falta de predisposición por parte de los Estados a tomar medidas eficaces contra los riesgos a los que están constantemente expuestos, y de hecho, el incremento de secuestros y muertes de voluntarios en el último tiempo ha crecido exponencialmente, al punto de que 2023 ha sido el año más mortífero para los trabajadores voluntarios, pero ¿Por qué?
Cada vez son más los ataques al personal humanitario, a los bienes que estos poseen y a las instalaciones donde se asientan, inclusive cuando atacar a todo aquello que no sea un blanco constituye un crimen de guerra. Esto no solo se debe a la escalada de violencia que están teniendo los conflictos a nivel mundial, sino al incremento de armamento y de su poder de destrucción.
Según cifras de OCHA, 176 trabajadores humanitarios han sido asesinados, 259 heridos,117 secuestrados y 190 arrestados en 2023. En lo que va de este año 118 trabajadores han sido asesinados y 54 heridos, 32 secuestrados y 71 arrestados. A su vez, los trabajadores de primera línea representan entre el 80% y 90% de las personas afectadas por incidentes críticos. Lamentablemente, toda la culpa recae en las partes en conflicto, los Estados y los Actores Armados No Estatales.
Las Naciones Unidas no se han quedado calladas sobre el asunto, pero órganos como la Asamblea General, al no ser vinculantes, no pueden obligar a los países a actuar. El Consejo de Seguridad, por otro lado, tiene resoluciones como la N°2730, que recalca la importancia de proteger a los trabajadores humanitarios y a pesar de su carácter vinculante, no posee mucho peso real sobre los accionares de los Estados.
Y si nos referimos al accionar de los Estados, la medida imposibilitante por excelencia es el cierre de corredores humanitarios. Los argumentos son muchos y variados, pero la realidad es que es un impedimento que pone en riesgo totalmente el acceso de las personas a la ayuda humanitaria. Afganistán, Haití, el Congo, Armenia y los territorios palestinos son algunos de los lugares donde se llevan a cabo las principales campañas de ayuda, pero ¿cómo son los corredores en estos lugares?
Si bien la ONU realiza acuerdos de transporte con los Estados en conflicto, estas rutas son críticas y se debe llegar a través diversos medios, incluso drones. Las denuncias por pasos cerrados tomaron otra intensidad y aumentaron drásticamente su frecuencia desde octubre de 2023, cuando estalló el conflicto entre Israel y Palestina: “Ha habido una suspensión casi completa de la cadena de suministro y no se ha autorizado la llegada de recursos a Gaza […] En los últimos días se está volviendo extremadamente difícil para los trabajadores humanitarios llegar a los más afectados” (Hamada El Bayari, miembro del personal de OCHA).
La ONU ha reiterado la necesidad de corredores humanitarios en Gaza, sin mucho resultado. El paso de Rafah es el único corredor humanitario que conecta a los gazaties con el exterior, pero este está ocupado desde hace décadas por el ejercito israelí, que controla el paso de alimentos, medicamentos, enfermos y heridos. Además, el jefe de la UNRWA, Philippe Lazzarini, denunció incidentes como disparos a convoyes, arrestos a personal de la ONU, demoras en los puestos de control por parte del ejército israelí y ataques en los corredores por parte de la AANE Hamas. Los otros dos corredores humanitarios que tiene el territorio palestino conectan con Israel. La situación es tal que hasta se ha tenido que posponer el envío de ayuda humanitaria hasta que mejore.
Pero las denuncias de este estilo son muchas. La República Democrática del Congo se encuentra en emergencia humanitaria luego de que 3,3 millones de personas hayan sido desplazadas por los conflictos armados dentro del país, los cuales también impiden el acceso a la ayuda pertinente.
Las autoridades de Azerbaiyán cerraron el paso Lachin a principios de 2023 en medio del conflicto con Armenia, e inclusive teniendo un acuerdo de alto el fuego firmado en 2020, dejando a 120.000 personas sin acceso a ayuda humanitaria, resultando en que 1 de cada 3 muertes en la región sea por desnutrición.
Un poco más cerca geográficamente, nos encontramos con Haití, cuya asolación por pandillas criminales hirió y mató a más de 2500 personas entre las que se cuentan más de 82 niños, y secuestró a 438 con el objetivo de cobrar por su rescate. La ONU estableció una misión de seguridad internacional para proteger a las más de 362.000 personas que debieron huir de sus hogares. Además, la OCHA advierte que, debido a la falta de financiación, 5 millones de haitianos no comen lo suficiente y solo uno de cada cuatro hospitales funcionan. Se estiman que se requieren 674 millones de dólares para poder otorgar la ayuda necesaria.
¿Recuerdan la disyuntiva entre la ayuda humanitaria y la soberanía de los Estados? Más de la mitad de la población de Afganistán requiere de ayuda humanitaria, sobre todo desde el ascenso de los Talibanes al poder en 2021. La cantidad de donaciones disminuyó notablemente, la economía se contrajo drásticamente y las mujeres y niñas han sido recluidas al ámbito doméstico por completo, siendo incluso prohibida su voz en público. A esto se suman los riesgos de desastres naturales, degradación ambiental y el cambio climático que afecta particularmente a esta zona. El Secretario General de las Naciones Unidas se expresó al respecto el 19 de febrero, enfatizando que las restricciones del gobierno de facto imposibilitaban el acceso de los trabajadores.
Mucha ayuda humanitaria requiere de mucho financiamiento, ¿Cómo hace la ONU para afrontar estos gastos? La OCHA se financia de dos fondos particulares: el Fondo Central para la Respuesta a Emergencias (CERF) y los Fondos Comunes de los Países. El CERF es un fondo mundial de financiación proveniente de Estados y donantes para ayudar en situaciones de máxima urgencia y tiene como objetivo una financiación anual de 1.000 millones de dólares. Por otro lado, los Fondos Comunes de los Países se recaudan en un fondo único destinado a financiar proyectos de alta prioridad para los Estados. Pero la OCHA no es la única que necesita financiamiento, ¿alcanzan las donaciones que reciben las ONGs para satisfacer todas las operaciones de ayuda?
La respuesta rápida es un tanto intuitiva: no. Médicos Sin Fronteras advierte que el déficit entre la necesidad de ayuda y la financiación que reciben no tiene precedentes, alcanzando los 22.100 millones de dólares. A su vez, remarca cómo las Naciones Unidas pierden peso a nivel internacional, no solo por la incapacidad de cumplir con las demandas a nivel económico, sino por el accionar de muchos de sus miembros, que son tomados como una falta de voluntad a resolver las problemáticas.
El Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria y Médicos Sin Fronteras realizaron un informe sobre “La Acción Humanitaria en 2022-2023: La Emergencia Climática Agudiza Otras Crisis” donde se detalla que el presupuesto para saldar la ayuda aumentó en 10.000 millones de dólares, lo que representaría un incremento del 27%, de lo cual solo fue posible cubrir el 58%, y un tercio de ellos solo se cubrió en un 50%. Ucrania ha sido el principal receptor con 4.400 millones de dólares y Afganistán el segundo, con 3.900 millones.
Los alimentos son un tema central al otorgar ayuda. Se calcula que más de 265 millones de personas requieren ayuda alimentaria, sobre todo después de que la situación haya empeorado un 50% entre 2021 y 2022. Actualmente se prevé una caída importante en la financiación necesaria para 2024.
El aumento en la necesidad de ayuda es clave, y se estima que desde 2022 la necesidad puede haberse cuadruplicado, no solo por el incremento de los conflictos armados desde la fecha, sino por los efectos que el cambio climático genera en las zonas más vulnerables. La ONU pidió a la comunidad internacional 46.000 millones de dólares para cubrir la ayuda humanitaria que se planeaba brindar a lo largo de 2024.
El panorama definitivamente no es nada agradable. Las estadísticas son alarmantes y se teme que se conviertan en realidad, pero lamentablemente cada año superan lo esperado. El sistema internacional está en uno de sus puntos más caóticos y la ayuda humanitaria definitivamente no da abasto. Pero entre toda esta información que enoja, genera impotencia y por sobre todo preocupa, no debemos olvidar que somos parte de esta comunidad internacional. Si bien no podemos actuar directamente para la solución de los conflictos mencionados, es bueno recordar que siempre hay algo por hacer para mejorar la situación, aunque sea un poco. ¿Cómo podemos involucrarnos y ayudar?
Para empezar, informarse es un punto central. ACNUR Argentina muchas veces publica diferentes campañas de recaudación de fondos, voluntariados y apadrinamiento de niños y niñas. El 24 de septiembre se dará en el Teatro Gran Rex el “Concierto con los Refugiados”, que contará con presentaciones como la de Soledad Pastorutti y Sandra Mihanovich. También se pueden realizar donaciones mensuales para ayudar con alimentos, refugio y protección, así como cuotas específicas para causas específicas como la niñez, la familia, y la crisis climática.
A su vez, los pedidos de firmas son fundamentales. Ponchos Azules por el clima tiene como objetivo llegar a los 2 millones en la COP29 para luchar contra el cambio climático.
Somos todos parte de un mismo planeta, e independientemente de las barreras territoriales y fronterizas, todos somos humanos y merecemos que nuestros derechos inherentes sean reconocidos, respetados y garantizados. No tenemos el poder de decidir pero tenemos el poder de pararnos firmes, y desde nuestro humilde lugar actuar para que el mundo se parezca un poquito más a lo que deseamos que sea.
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