Por Rodrigo Melgar, del Observatorio de Defensa y Seguridad
Introducción
Las políticas de intervención rusa en la antigua periferia soviética han sido analizadas bajo el paradigma de la Realpolitik y así mismo es como Putin ha presentado el conflicto: la OTAN, en su expansión hacia el Este, habría forzado la mano del mandatario ruso. Pero una lectura de procesos domésticos e índices de aprobación podría revelarnos un motivo ulterior de la jugada política rusa.
Revisión de literatura
Existe una ingente literatura sobre los móviles de la política exterior rusa, que se podría dividir en dos grandes grupos: aquellos que sostienen que la expansión irresponsable de occidente a través de la OTAN y de la UE hasta las puertas de Rusia habrían forzado la mano del gigante euroasiático a intervenir y aquellos que ven en la figura de Putin un ser deseoso de restablecer el poderío y prestigio rusos de la época imperial.
En el primer grupo se destacan reconocidos académicos realistas como Henry Kissinger y John J. Mearsheimer, así como el analista de política rusa Stephen F. Cohen y el profesor de estudios de política rusa y europea Richard Sakwa. En el segundo grupo resaltan las figuras de la profesora Angela Stent, especialista en las relaciones de Rusia con Estados Unidos y Europa y política exterior rusa y la de Mira Milosevich-Juaristi, reconocida analista de Rusia y Eurasia.
Todos estos analistas, sin embargo, comparten una matriz de análisis geopolítica arraigada en el realismo: sea para entender el accionar ruso como una maniobra reactiva a la política occidental (como lo plantean Mearsheimer y Kissinger) o como una apuesta para maximizar su proyección de poder y recuperar un status de gran potencia (como lo plantean Milosevich-Juaristi y Stent), el análisis siempre parte desde un enfoque de política exterior divorciado de la política interna. Esto ha resultado en una sobredependencia de una lectura realista, la cual está acentuada gracias al argumento esgrimido por Putin de que la expansión de la OTAN fue uno de los puntos clave a la hora de forzarlo a intervenir en Ucrania en el pasado mes de febrero. (Bloomberg, 2022)
Pero una lectura de esta índole se presenta insuficiente para explicar la temporalidad de la decisión de invadir ahora. Cuando Rusia intervino en Georgia en el 2008 y en Ucrania en el 2014, lo hizo porque estos países estaban buscando activamente entrar a la OTAN y a la UE respectivamente, lo cual habría detonado la intervención rusa en ellos (Devia, García, & Herrera, 2017). Pero no hubo ningún acercamiento comparable en vísperas del actual conflicto en Ucrania que pueda explicar el afán del mandatario ruso de invadir a su vecino.
También a nivel militar se presenta la elección actual como extraña. Entre el 2014, que tuvo lugar la anexión de Crimea y la actualidad, Putin dispuso de ocho años para dar comienzo a la invasión de Ucrania. En estos años el ejército ucraniano se fue fortaleciendo, pasando a ser la formidable fuerza que ha sorprendido al mundo recientemente con su resistencia a su mucho más poderoso agresor (Collins, 2022). Rusia además contó con instancias sumamente ventajosas para invadir como la pantalla que la situación actual del COVID-19 podría haberle aportado: en el 2020 podría haberse servido del estallido de la pandemia para dar rienda suelta a su maquinaria bélica mientras el mundo estaba distraído por la pandemia – riesgo que en el 2020 había surgido – (Semotiuk, 2020) pero no lo aprovechó.
Quien ofreció una visión alternativa a los móviles de la política exterior rusa fue Paul Roderick Gregory, quien en su artículo Deconstructing Putin's Approval Ratings: One Thousand Casualties For Every Point postula (sirviéndose de los índices de la consultora Levada) que Putin se serviría de los conflictos para incrementar sus índices de aprobación. Su artículo data del 2015 (antes de la crisis actual) y es precisamente su línea de análisis que retomaremos en este artículo, buscando dilucidar si se aplica también a la crisis actual.
Así, en lugar de haber atacado en ocasiones que le hubiesen sido militar o políticamente más seguras, Putin decidió atacar ahora, con la pandemia ya remitiendo y una Ucrania más lista para defenderse que nunca. Si la lógica de este accionar no la encontramos en la coyuntura internacional, nos queda buscar las raíces de este actuar en el frente doméstico y más precisamente en la teoría de la diplomacia de distracción.
La diplomacia de distracción
La teoría de la diplomacia de distracción postula que los estadistas se servirían del conflicto internacional para extender su permanencia en el cargo: sea a través de explicaciones psicológicas (como aquellas que postulan un incremento en la aprobación del líder en un impulso de patriotismo en lo relativo a la iniciación del conflicto), como las racionalistas (que postulan que una guerra exitosa reportaría un incremento en la opinión popular del mandatario), la lógica postula que los estadistas utilizarían el conflicto para incrementar su aprobación popular. (Chiozza & Goemans, 2011, págs. 35-45).
Para determinar si el caso ruso se ceñiría a la fisonomía de la diplomacia de distracción, seguiremos la línea de Roderick Gregory y nos serviremos de los datos provistos por la consultora rusa independiente Levada Center, que ha mapeado los índices de aprobación de la figura de Putin desde el comienzo de su trayectoria política como primer ministro bajo la égida de Yeltsin en agosto de 1999 hasta la fecha. Ya que la mayoría de los conflictos a ser relevados (a excepción de la Segunda Guerra de Chechenia) tuvieron una duración insuficiente (durando días) para poder contrastar las teorías psicológicas de las guerras de distracción con las racionalistas, apuntaremos a determinar si hubo un incremento en la aprobación de la figura de Vladimir Putin y un descenso en su desaprobación a raíz de las intervenciones realizadas bajo su mandato, independientemente de si esto se debiese o no al efecto psicológico del inicio de las hostilidades o al resultado exitoso de las empresas militares en las que Putin involucró a su país.
Así planteado, la aprobación de Putin habría experimentado un incremento y su desaprobación una reducción en el marco de las guerras comenzadas por el mandatario ruso.
Caso de estudio: la Rusia de Putin
En agosto de 1999, cuando comienza la Segunda Guerra de Chechenia, la aprobación de Putin es de un 31% y su desaprobación de un 33%. Para mayo del 2000, cuando la mayor fase de operaciones está culminada, su aprobación es de un 72% y su desaprobación, de un 17%.
En julio del 2008, en vísperas de la Guerra de Georgia librada en agosto del mismo año, la aprobación de Putin era de un 80% y la desaprobación, de un 17%. En septiembre, la aprobación había incrementado a un 88% y la desaprobación había descendido a un 10%.
En noviembre del 2013, cuando la crisis del Euromaidan estaba recién gestándose, la aprobación del mandatario ruso estaba en un 61% y su desaprobación en un 37%. Luego de la anexión de Crimea en marzo del 2014, su aprobación ascendió al 80% y su desaprobación descendió al 18%.
Recientemente, en noviembre del 2021, la aprobación de Putin estaba en 63% y su desaprobación, en un 35%. Con la escalada de la retórica belicista de febrero (en vísperas de la invasión propiamente dicho), la aprobación de Putin remontó a un 71%, con su desaprobación descendiendo a un 27%. Estos valores habían mostrado una ulterior alteración al culminar el primer mes de la guerra, registrándose en el mes de marzo un incremento de la aprobación de Putin a un 83% y un descenso de su desaprobación a un 15%.
Gráfica I: Índice de aprobación de las acciones de Vladimir Putin.
Exceptuando el caso de Georgia, todas las intervenciones habrían sido efectuadas en momentos donde el mandatario ruso no gozaba de una aprobación popular significativa, incrementando su aprobación y reduciendo su desaprobación significativamente a través de las intervenciones realizadas. Asimismo, el caso desviado de Georgia se podría explicar con una pugna de poder interna entre Putin (quien oficiaba en aquél entonces de primer ministro) y Medvedev (mano derecha de Putin a lo largo de la mayoría de sus mandatos, que en ese entonces oficiaba de presidente), donde Putin habría utilizado la guerra de distracción para posicionarse como el líder del país pese a haberse visto obligado a operar como primer ministro. (Filippov, 2009)
Así, el mandatario ruso se estaría sirviendo de intervenciones espaciadas a lo largo de los años para dar un apoyo a su popularidad cuando esta se encuentre menguando. Este componente cíclico de las guerras revela la temporalidad de la naturaleza del estímulo a la aprobación: la diplomacia de distracción les confiere a los líderes un incremento a su popularidad, pero este incremento se desvanece con el tiempo (Chiozza & Goemans, 2011, pág. 37), necesitando una nueva intervención para mantener los picos de aprobación constantes.
Conclusión
La política exterior rusa es a menudo analizada bajo el prisma de la Realpolitik: Rusia habría reaccionado ya sea por haberse sentido amenazada por la OTAN o por un afán de maximizar su espacio geopolítico de expansión. Pero una lectura desde el realismo geopolítico estricto no brinda una respuesta satisfactoria a la temporalidad del accionar ruso, es decir: ¿por qué Putin se decide a actuar cuando lo hace y no en ocasiones cuando tal vez le habría resultado más propicio militar o políticamente?
Siguiendo la línea de Roderick Gregory, este artículo pretendió explicar este fenómeno a través de la diplomacia de distracción: la idea de que, a través de la liberación de una guerra, los estadistas buscan maximizar sus índices de aprobación a través de la exaltación de la lucha nacional y el fortalecimiento de su figura. Así, se pretendió comprobar la hipótesis de que Putin había visto un incremento de sus índices de aprobación y un descenso de sus índices de desaprobación en el marco de los conflictos en los que inmiscuyó a Rusia.
Los hallazgos corroborarían el supuesto: en todos los casos las intervenciones militares rusas habrían incrementado la aprobación de la figura de Putin, así como el descenso de sus índices de desaprobación. Sin embargo, como estos estímulos a la aprobación del mandatario son de corta duración, esto requiere la gestación cíclica de conflictos internacionales de forma tal que se mantengan estables los índices de aprobación del mandatario, conllevando así una política exterior militar activa en función de un frente doméstico en constante necesidad de refuerzo externo.
Bibliografía
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Chiozza, G., & Goemans, H. (2011). Leaders and international conflict. Cambridge, Reino Unido: Cambridge University Press.
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Collins, L. (8 de Marzo de 2022). In 2014, the ‘decrepit’ Ukrainian army hit the refresh button. Eight years later, it’s paying off. Recuperado el 14 de Marzo de 2022, de The Conversation: https://theconversation.com/in-2014-the-decrepit-ukrainian-army-hit-the-refresh-button-eight-years-later-its-paying-off-177881
Devia, C., García, J., & Herrera, Á. (2017). El irredentismo como instrumento de la geopolítica y estrategia rusa. (U. E. Colombia, Ed.) Observatorio de Análisis de los Sistemas Internacionales(26), 81-105.
Filippov, M. (Diciembre de 2009). Diversionary role of the Georgia-Russia conflict: international constraints and domestic appeal. Europe-Asia Studies, 61(10), 1825-1847. Recuperado el 14 de Marzo de 2022, de https://www.jstor.org/stable/27752414
Gregory, P. R. (8 de Enero de 2015). Deconstructing Putin's approval ratings: one thousand casualties for every point. Recuperado el 24 de Febrero de 2022, de Forbes: https://www.forbes.com/sites/paulroderickgregory/2015/06/08/deconstructing-putins-approval-ratings-one-thousand-casualties-for-every-point/?sh=168bb2f44c3f
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Milosevich-Juaristi, M. (15 de Julio de 2016). El proceso de “reimperialización” de Rusia, 2000-2016. (R. I. Elcano, Ed.) Documentos de trabajo.
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Semotiuk, A. J. (20 de Abril de 2020). As America is distracted by Covid-19, Putin pursues hybrid warfare tactics. Recuperado el 24 de Febrero de 2022, de Forbes: https://www.forbes.com/sites/andyjsemotiuk/2020/04/20/as-america-is-distracted-by-covid-19-putin-pursues-hybrid-warfare-tactics/?sh=5d3529a47a19
Stent, A. (2019). Putin’s world: Russia against the West and with the rest. Nueva York, Estados Unidos: Twelve.
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