Por Natalia Colombo, Colaboradora del Observatorio de Asuntos Humanitarios
Si bien los niños y niñas no han sido el principal foco de esta pandemia, al no verse afectados en su mayoría por los efectos del COVID-19 en su salud, corren el riesgo de estar entre sus mayores víctimas. Un informe reciente de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) señala que la crisis económica, social y sanitaria podría empujar a millones de niños al trabajo infantil, lo que conduciría al primer aumento de este flagelo tras 20 años de progreso.
De acuerdo al informe, COVID-19 y el trabajo infantil: un momento de crisis, un momento para actuar, aquellos niños y niñas que ya sufren esta explotación podrían estar trabajando más horas o en peores condiciones, y otros podrían verse forzados a recurrir a trabajos peligrosos, lo cual implicaría un daño significativo para su desarrollo y salud. Esta situación surgiría a partir de la crisis económica del COVID-19 y el aumento de la pobreza a nivel mundial, que obligaría a los hogares más desprotegidos a recurrir a todos los medios a su alcance para garantizar su supervivencia.
"En tiempos de crisis, el trabajo infantil se convierte en un mecanismo de supervivencia para muchas familias, a medida que aumenta la pobreza, las escuelas cierran y la disponibilidad de servicios sociales disminuye, más niños son empujados a la fuerza laboral” asegura Henrietta Fore, Directora Ejecutiva de UNICEF.[1]
El informe no establece una cifra exacta de cuántos niños y niñas podrían verse afectados, aunque cita estudios según los cuales un aumento del 1% del nivel de pobreza conduciría al crecimiento del 0,7% de la tasa de trabajo infantil.[2]
Algunos números para entender la cuestión
A diferencia de las actividades que ayudan a los más chicos a desarrollarse, el trabajo infantil se caracteriza por interferir con la escolaridad y por ser perjudicial para el desarrollo físico, mental, social y moral de los niños y niñas.
Las últimas estimaciones mundiales publicadas en 2017, señalan que 152 millones de niños y niñas entre 5 y 17 años son víctimas del trabajo infantil; y que casi la mitad, 73 millones, están en situación de trabajo infantil peligroso. A nivel mundial, esto representa 1 de cada 10 niños. En los países en desarrollo, esta cifra empeora: 1 de cada 4 niños realiza trabajos que se consideran perjudiciales para su desarrollo. Además, los datos muestran que casi la mitad (48%) de las víctimas tienen entre 5 y 11 años y que la mayoría (71%) desempeña sus actividades principalmente en la agricultura. Si bien se estima que el 58% de las víctimas son niños y el 42% son niñas, a menudo se observan disparidades de género en los tipos de actividades que se llevan a cabo, y es mucho más probable que las niñas participen en servicios domésticos no remunerados, menos visibles y por lo tanto, más difícil de detectar [3].
Fuente: Estimaciones mundiales sobre el trabajo infantil: Resultados y tendencias 2012-2016. Oficina Internacional del Trabajo (OIT), Ginebra, 2017.
En términos absolutos, casi la mitad del trabajo infantil (72 millones) se concentra en África, con 1 de cada 5 niños (19,6%) en situación de trabajo infantil. Asia y el Pacífico ocupan el segundo lugar con 62 millones de víctimas, lo cual representa el 7% del total de niños y niñas que viven en la región. La población restante de trabajo infantil se divide entre las Américas (11 millones), Europa y Asia Central (6 millones) y los Estados árabes (1 millón) [4]. De acuerdo a la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (EANNA), desarrollada por el Ministerio de Trabajo en 2017, en la Argentina 1 de cada 10 niños y niñas trabajan, con una mayor incidencia en las áreas rurales (19,8%) por sobre las zonas urbanas (8,4%) [5].
El problema con estas estimaciones radica en que a menudo, los verdaderos números están ocultos a la vista del público. Más de dos tercios de todos los niños y niñas en trabajo infantil no está en una relación laboral con un empleador externo, sino que trabajan dentro de la unidad familiar [6]. Estos números evidencian la importancia de abordar la cuestión de la dependencia familiar al trabajo infantil a la hora de elaborar políticas para la erradicación del mismo, lo cual no siempre es tenido en cuenta.
Otro punto importante que demuestran los números es que la problemática del trabajo infantil no se limita a los países de bajos ingresos, como normalmente se cree. En términos absolutos, el 56% del total a nivel mundial de niños y niñas en trabajo infantil, viven en países de ingresos medios y altos [7]. Estas estadísticas reflejan que mientras los países más pobres requerirán de una atención especial, la lucha contra el trabajo infantil no se ganará si no se realizan acciones en todas las regiones en simultáneo.
Estos datos y consideraciones reflejan que aún hay mucho trabajo por hacer. Si bien el número de niños y niñas en trabajo infantil ha disminuido significativamente desde el año 2000 (94 millones), la tasa de reducción se desaceleró en dos tercios en los últimos años [8]. Lamentablemente, esto sucede en un momento donde más se necesita de una aceleración sustancial que permita alcanzar la meta 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la cual establece erradicar el trabajo infantil en todas sus formas para el 2025. En esa línea, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró que 2021 será el Año Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil, lo cual implica un fuerte apoyo de toda la comunidad internacional para emprender acciones que aborden la problemática. De todos modos, queda por ver si ante los grandes nuevos desafíos que acechan a la comunidad internacional, especialmente tras el contexto del COVID-19, este compromiso será suficiente.
Las consecuencias del COVID-19 en el trabajo infantil
Las causas profundas del trabajo infantil, como la pobreza, el acceso limitado a oportunidades de trabajo, la marginación social, la falta de educación universal de calidad y el crecimiento de la economía informal, son posibles de verse exacerbadas a raíz de la crisis económica, social y sanitaria del COVID-19.
De acuerdo al informe, niños y niñas pertenecientes a grupos minoritarios, en situación de calle y de informalidad, podrían ser las principales víctimas de un eventual aumento del trabajo infantil. Especialmente para las niñas, la situación actual puede conducir a un aumento de las tareas domésticas y de las tareas de cuidado dentro del hogar. En este sentido, Latinoamérica podría ser una de las regiones más afectadas, debido a los importantes flujos migratorios que se dan dentro de la región, así como la preeminencia de grandes economías informales dentro de sus países.
Con esto presente, el informe aborda las principales formas en las que la pandemia está afectando el trabajo infantil. En esa línea, señala que una de las consecuencias inevitables de la emergencia sanitaria del COVID-19, es la actual caída sin precedentes de la actividad económica. Las horas de trabajo cayeron tan solo en el primer trimestre de 2020 en un 4.5% lo cual representa aproximadamente 130 millones de puestos de trabajo a tiempo completo, suponiendo una semana laboral de 48 horas. Ante la caída del empleo y de los ingresos, se estima que la crisis económica generará un aumento mundial de los niveles de pobreza. Tan solo para este año, el Banco Mundial estima un crecimiento de 40 a 60 millones de personas en situación de pobreza extrema. A este escenario, se suma otro dato preocupante: alrededor del 55% de las personas a nivel mundial carecen de protección social, lo cual los vuelve extremadamente vulnerables a las situaciones de crisis [9]. Asimismo, esta situación puede conducir al crecimiento del mercado de trabajo informal, ya que las personas, ante la falta de empleo, tienden a recurrir a fuentes alternativas de ingresos.
Menos oportunidades de empleo para los padres, salarios más bajos y el aumento de la pobreza y la informalidad son todas causas que contribuyen al crecimiento de los niveles de trabajo infantil. En situaciones de crisis, los hogares son más proclives a recurrir al trabajo infantil para hacer frente a la pérdida de ingresos. En comparación con los adultos, es más probable que los niños y niñas realicen el mismo trabajo por menos salario y en peores condiciones, volviendolos mucho más atractivos para las empresas que buscan reducir costos en contextos de crisis. Asimismo, ante la escasez de empleo, algunos hogares comienzan sus propios emprendimientos, como única vía de obtener algún ingreso. Como mencionamos previamente, la mayoría del trabajo infantil se da dentro de la unidad familiar, por lo que estas iniciativas podrían contribuir a su aumento. De hecho, evidencia reciente en Malawi, Filipinas y Zambia demuestra cómo cuando la producción aumenta dentro de los hogares, el trabajo infantil aumenta también.[10]
La crisis económica mundial también puede conducir a una reducción de los niveles de crédito que perjudique a las familias más vulnerables. Bajo este escenario, la caída de los niveles de vida y la falta de ingresos, genera que se aumente el trabajo infantil como una estrategia de autoseguro. Además, cuando las oportunidades de crédito formales e informales desaparecen, las familias tienden a recurrir a formas más desesperadas de acceder al crédito, como el trabajo en condiciones de servidumbre. Peligrosamente, esta ya era una práctica común entre los grupos más vulnerables antes de la crisis y se teme que ahora se exacerbe aún más.
A nivel mundial, el comercio internacional y la inversión extranjera directa también se han derrumbado. Para mitigar la propagación del virus, los gobiernos avanzaron en el cierre de las fronteras, del transporte y de los negocios, produciendo una caída en las exportaciones e importaciones mundiales y perjudicando la producción. Tales cambios disminuyen el nivel de vida de los más vulnerables mediante la suba de los precios y la caída de los ingresos, aumentando los riesgos del trabajo infantil. Asimismo, se teme que estos cambios alteren los tipos de trabajos disponibles. Si bien es difícil predecir qué sucederá con la composición de la industria, es probable que aumente la demanda de bienes agrícolas y productos de baja calidad, sectores que, por la poca necesidad de mano calificada, concentran altos niveles de trabajo infantil.
Otro factor preocupante es que la mayoría de los gobiernos en todo el mundo han cerrado temporalmente las instituciones educativas con el fin de mitigar la propagación del COVID-19. El cierre de escuelas ha afectado a más de 1.600 millones de estudiantes y a pesar de que muchas escuelas han avanzado con el aprendizaje a distancia, casi la mitad de niños y niñas en el mundo no cuentan con acceso a Internet, por lo que se ha dejado a muchos estudiantes atrás [11]. Además de los beneficios educativos, las escuelas brindan recursos de protección social para los niños y niñas. Por lo tanto, el cierre de las escuelas aumenta también su situación de vulnerabilidad. En los sectores más pobres, se corre el riesgo de que los jóvenes en edad laboral legal ya no regresen a la escuela e ingresen al mercado con educación y habilidades limitadas. Los menores de la edad legal mínima pueden estar a su vez realizando empleos informales y domésticos, donde aumenta el riesgo de desempeñar trabajos peligrosos. Incluso cuando se reinicien las clases, dada la situación económica, algunos padres ya no podrán asumir los costos de enviar a sus hijos a la escuela.
Por otro lado, el creciente número de muertes por COVID-19 lleva a que cada vez más niños y niñas en todo el mundo pierdan a los adultos responsables de su cuidado. Esta situación se acentúa aún más en las poblaciones vulnerables, las cuales, ante un escenario donde los sistemas de salud públicos se encuentran colapsados, tienen menos recursos para hacerle frente a la crisis sanitaria. Además, muchos trabajadores y trabajadoras, especialmente aquellos en el sector informal, no tienen más remedio que continuar trabajando, lo que aumenta los riesgos de que contraigan la enfermedad. Ante la pérdida del sostén familiar, el trabajo infantil se convierte en una estrategia de supervivencia. Las niñas en particular tienden a asumir mayores roles de cuidado de los miembros del hogar. Asimismo, los niños y niñas privados del cuidado familiar son más vulnerables al trabajo forzoso, la trata de personas y la explotación. La crisis actual solo empeora la situación, ya que en las comunidades más necesitadas, se pone a trabajar a los hijos en el lugar de sus padres, bajo la idea de que los niños y niñas no son afectados por el COVID-19 [12].
Por último, parece inevitable que, en el mediano plazo, la mayoría de los países experimenten serias crisis fiscales a raíz del gran esfuerzo presupuestario realizado para luchar contra el COVID-19. Es probable que estas crisis sean especialmente graves en los países más pobres, los cuales dependen principalmente del comercio, la inversión extranjera directa o la ayuda internacional. Uno de los riesgos entonces es la disminución de los programas de protección social sobre los cuales se ha basado gran parte del progreso mundial en materia de trabajo infantil. Ante la falta de presupuesto, se teme que todas estas medidas se encuentren bajo amenaza de desaparecer. Es por ello que, según el informe, es crucial encontrar formas alternativas para reforzar los avances realizados en los últimos años en materia de cuidado infantil.
Decisiones correctas en el momento correcto
Sin lugar a dudas, todos los países enfrentan múltiples desafíos importantes producto de la pandemia del COVID-19. A su vez, la complejidad del trabajo infantil y el carácter único de la crisis actual deja en claro que no hay una solución única. Sin embargo, según el Director General de la OIT, Guy Rider:
“La protección social es vital en tiempos de crisis, ya que brinda asistencia a los más vulnerables. La integración de las preocupaciones sobre el trabajo infantil en políticas más amplias de educación, protección social, justicia, mercados laborales y derechos humanos y laborales internacionales hace una diferencia crítica”. [13]
En esa línea, tomar ahora las decisiones correctas de política socioeconómica y de protección infantil salvaguardará a las familias y a sus hijos de la crisis inmediata, a la vez que también introducirá cambios que tendrán beneficios a largo plazo. Es por ello que el informe propone varias medidas para mitigar los riesgos de un aumento del trabajo infantil a raíz del COVID-19.
En primer lugar, el informe señala la importancia de proteger a través de esquemas de protección social tanto a los trabajadores formales e informales - especialmente a estos últimos - de las consecuencias de la crisis económica. Una de las iniciativas incluye mantener los niveles de ingreso y de empleo mediante subsidios salariales, préstamos y garantías a las micro y pequeñas empresas y mediante la ampliación de los beneficios de desempleo. Inclusive, se recomienda que, a largo plazo, se proteja a los trabajadores informales facilitando su transición a la economía formal. Por ejemplo, en mayo de este año, Italia mediante un decreto formalizó a los trabajadores informales, tanto nacionales como migrantes, en los sectores de la agricultura y el trabajo doméstico [14]. También es necesario fortalecer los controles e inspecciones estatales en el mercado laboral, especialmente monitorear proactivamente los sectores de alto riesgo de trabajo infantil. Los sistemas de monitoreo local, basados en la comunidad, deben desempeñar papeles importantes, dado que han demostrado altos niveles de eficacia para identificar y dar seguimiento a los niños y niñas en situaciones de explotación. Asimismo, se considera que las nuevas tecnologías y asociaciones público-privadas podrían extender el alcance de estos controles.
Otra línea de acción importante será garantizar y facilitar el regreso de todos los estudiantes a clases. Es importante prestar especial atención a los niños y niñas cuando las escuelas vuelvan a abrir, ya que será un momento crítico para evitar el abandono escolar. Especialmente hay que poner la atención en aquellos estudiantes que ya se encuentran trabajando o que no pudieron continuar sus estudios durante el cierre de las escuelas. La realización de campañas comunicacionales que fomenten el regreso a la escuela y el seguimiento activo por parte de las instituciones, serán claves para alentar a los padres a enviar a sus hijos e hijas de regreso a las aulas. Será importante también establecer estrategias de aprendizaje para la “puesta al día” de los estudiantes más desfavorecidos cuya educación se vio interrumpida por el COVID-19.
Fuera del ámbito escolar, también deberá reforzarse la protección de los niños y niñas en sus hogares. Es por ello que el informe solicita que se reconozca a los trabajadores de servicios sociales como esenciales. El desvío de recursos financieros y humanos para otras necesidades más urgentes dentro de la administración estatal ha reducido el financiamiento y condiciones de los trabajadores del servicio social. Esta situación debe revertirse ya que es primordial que estos trabajadores estén debidamente equipados y capacitados para mitigar el impacto de la pandemia en niños y familias, incluso para prevenir y abordar el trabajo infantil.
Por último, los gobiernos deberán promover iniciativas de educación para padres y para la comunidad a fin de abordar normas y tradiciones sociales que regularizan el trabajo infantil. Asimismo, se necesita urgentemente de más información para guiar las acciones en relación al trabajo infantil y abordar sus causas profundas. Se recomienda avanzar en la recopilación de datos a través de encuestas telefónicas para detectar patrones emergentes y ayudar a encauzar las políticas en consecuencia. En esa línea, la OIT y UNICEF están desarrollando un modelo de simulación para analizar el impacto del COVID-19 en el trabajo infantil a nivel mundial. Se espera contar con nuevas estimaciones mundiales en el 2021.
En definitiva, no hay dudas de que la crisis actual es grave, sin precedentes y que el futuro se presenta más incierto que nunca. Sin embargo, los gobiernos tienen la oportunidad de tomar decisiones hoy que determinarán el rumbo y consecuencias de la pandemia. Estas opciones deben incluir medidas conscientes para proteger a los niños y niñas, tanto a corto plazo, mitigando los riesgos, como a largo plazo, erradicando el trabajo infantil en su totalidad. Si queremos llegar a el Objetivo de 2025, necesitamos de un gran compromiso a nivel internacional que priorice este problemática en la agenda y que impulse acciones concretas que aceleren el cambio.
Bibliografía:
[1] Noticias ONU. La crisis económica del COVID-19 empujará a millones de niños al trabajo infantil (11 de junio 2020) . Disponible en: https://news.un.org/es/story/2020/06/1475912
[2] International Labour Organization and United Nations Children’s Fund. COVID-19 and Child Labour: A time of crisis, a time to act. (ILO and UNICEF: New York, 2020)
[3] International Labour Office (ILO). Global estimates of child labour: Results and trends, 2012-2016. (Geneva: ILO, 2017) https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/@dgreports/@dcomm/documents/publication/wcms_575499.pdf
[4] International Labour Office (ILO). Ending child labour by 2025: A review of policies and programmes. (Geneva: ILO, , Second edition 2018) https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---ed_norm/---ipec/documents/publication/wcms_653987.pd
[5] Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC). Encuesta de Actividades de Niños. Niñas y Adolescentes 2016-2017 (Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Instituto Nacional de Estadística y Censos - INDEC, 2018). https://www.indec.gob.ar/ftp/cuadros/sociedad/eanna_2018.pdf
[6] International Labour Office (ILO). Global estimates of child labour: Results and trends, 2012-2016. (Geneva: ILO, 2017) https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/@dgreports/@dcomm/documents/publication/wcms_575499.pdf
[7] International Labour Office (ILO). Global estimates of child labour: Results and trends, 2012-2016. (Geneva: ILO, 2017) https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/@dgreports/@dcomm/documents/publication/wcms_575499.pdf
[8] International Labour Office (ILO). Ending child labour by 2025: A review of policies and programmes. (Geneva: ILO, , Second edition 2018) https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---ed_norm/---ipec/documents/publication/wcms_653987.pd
[9] [10] [11] [12] International Labour Organization and United Nations Children’s Fund. COVID-19 and Child Labour: A time of crisis, a time to act. (ILO and UNICEF: New York, 2020)
[13] Noticias ONU. La crisis económica del COVID-19 empujará a millones de niños al trabajo infantil (11 de junio 2020) . Disponible en: https://news.un.org/es/story/2020/06/1475912
[14] VERDÚ, Daniel. El País. La regularización masiva de inmigrantes sacude la política italiana (14 de mayo 2020). Disponible en https://elpais.com/internacional/2020-05-14/una-regularizacion-masiva-de-inmigrantes-sacude-la-politica-italiana.html
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